Instacart: negocios hechos con piezas de otros
By Enrique Dans
Instacart es uno de esos modelos que me llama poderosamente la atención: hablamos de una compañía con una valoración por encima de los dos mil millones de dólares, fundada por un ex-empleado de Amazon empeñado en ser emprendedor y que fracasó en veinte proyectos anteriores antes de dar con este, y que es calificada por algunos como “la compañía más prometedora de los Estados Unidos“.
¿Cómo funciona? Muy sencillo: te das de alta con tu código postal, y si el servicio está disponible en tu zona, te pide que escojas en qué supermercado quieres hacer tu compra. Especificas la lista de productos que quieres, un trabajador a tiempo parcial de la compañía hace la compra por ti, y te la lleva a casa en una o dos horas. Todo en el servicio está construido mediante piezas de terceros: la compañía no tiene almacenes, ni camiones, ni logística propia, ni nada de nada. El modelo más ligero posible: compra en supermercados existentes y mediante trabajadores a tiempo parcial que ganan hasta 25$ por hora utilizando su propio coche para transportar los pedidos (trabajadores que escogen en cada momento cuándo y dónde quieren trabajar, aunque haya quienes hablen de explotación).
En su cortísima historia en un negocio con márgenes habitualmente bajísimos, Instacart ya ha tenido ocasión de llevar a cabo multitud de pruebas. Su modelo de negocio ha ido evolucionando desde ganar dinero con los costes de envío y mediante sobreprecios en determinados productos, hasta convertirse en una auténtica plataforma a la que los supermercados subcontratan su venta online. Recientemente, la empresa ha comenzado a notificar a sus usuarios en su página en el momento de la compra en qué productos pagan el mismo precio que en la tienda, en cuáles pagan más y en cuáles pagan menos.
Para los usuarios, Instacart supone conveniencia y la posibilidad de comprar en supermercados como Costco, que habitualmente solo permiten el acceso a quienes tienen su tarjeta de compra. Además de la logística generada a partir de trabajadores a tiempo parcial, la compañía está experimentando con envíos realizados por terceras partes, con el fin de crecer más rápido. En cuanto haces tu compra, la aplicación te permite seguir los pasos de tu comprador personal: ver dónde está en un mapa y cómo tu compra se acerca a tu casa. Si alguno de los productos que solicitaste no está disponible, puedes optar por especificar un sustituto en el momento de hacer la compra, o por pedir que tu comprador te llame para ofrecerte las posibilidades. Finalmente, el comprador llega, hace la entrega, y típicamente, se lleva una propina.
El fundador, Apoorva Mehta, lo intentó en numerosas ocasiones hasta encontrarse con este modelo, que algunos han denominado “el Uber de los supermercados”. Aplicó a la incubadora Y Combinator fuera de plazo, y lo terminaron admitiendo por pura persistencia tras torturar su sistema haciendo pedidos como doscientas botellas de dos litros de Coca-Cola (que el comprador no fue capaz de meter en su coche y, desesperado, terminó recibiendo ayuda del propio fundador de la compañía). Finalmente, empezó a popularizarse por puro boca a boca, y comenzó una historia de crecimiento que la ha llevado a la valoración actual.
De nuevo, uno de esos casos que parecen estar convirtiéndose en signo de nuestros tiempos: un supermercado que no tiene almacenes, ni camiones, ni locales, ni trabajadores fijos… pero vale más de dos mil millones de dólares y crece sin parar.
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